Y así... en la distancia
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Foto de Enrique Gorostieta. Obra de teatro El Gesticulador. Teatro de la Ciudad, Monterrey, NL. Enero 2019. |
Por Mauro Samaniego
San Nicolás de los Garza, Nuevo León, México.El distanciamiento ya era parte de nuestro diario vivir, solo que lo manifestábamos a través de otras formas: individualismo, clasismo, polarización social, política, de género; discriminación, deshumanización, racismo, segregación y demás radicalismos. Por lo tanto, este coronavirus llega en el momento justo para terminar de tajo con nuestras, ya de por sí, conflictivas prácticas de convivencia. Ahora, ante la probabilidad de que el otro sea un arma letal, se impone el “distanciamiento social” como la solución última para alejar el peligro. Y sin miramientos, aceptamos la imposición. Nos alejamos de cualquier sujeto que se encuentre en la calle, en el supermercado, en el parque y vemos con reproche al que no respeta la distancia. Pobre de aquel, que por alergia o cualquier otra afección inocua, se le ocurra estornudar en público. Jamás un estornudo había sido tan amenazante e irrespetuoso. Acusamos de irresponsable a quien no usa tapabocas y al que tiene que salir a trabajar para poder comer. Quienes podemos obedecer, nos encerramos, nos distanciamos incluso de los seres queridos; llenos de incertidumbre, temerosos, sin cuestionar nada. Nos aislamos creyendo que es la única y mejor forma de salvar el pellejo.
El miedo también lleva ya mucho tiempo en el imaginario social. Pero no me refiero al miedo natural e instintivo que todos los seres humanos experimentamos cuando nos enfrentamos a situaciones desconocidas o de peligro. No, hablo del que se ha infundado en las sociedades sistemáticamente: perder el estatus social, la posición económica; miedo a hacer el ridículo en público o ser expuesto en las redes sociales. El miedo a que te hagan daño en una relación, como si el amor fuera sólo felicidad. Miedo irracional a ser criticado, a ser ofendido, a ser “bulleado”. Miedos de una sociedad que evade a toda costa “lo negativo”, ¡hasta en el lenguaje! Como si sólo existiera un lado: “el positivo”. Huyendo todo el tiempo del sufrimiento intrínseco de la naturaleza humana. Creando una burbuja imaginaria para “ser feliz”. Y solo se consigue más angustia, más frustración.
Este panorama pandémico, post-apocalíptico no es nuevo, lo hemos visto cientos de veces en películas, series de televisión, novelas de ciencia ficción o libros conspiratorios y tal pareciera que “la nueva normalidad” tendrá que ser así, como se plantea en tales ficciones: usando mascarillas todo el tiempo, evitando el contacto humano, percibiendo sólo la realidad que nos permitan ver en los dispositivos, sin permiso para poner un pie en el mundo exterior; llenos de miedo. Y hay quienes asumen estos escenarios como algo lógico que tenía que pasar, como si fuera el pago por nuestra soberbia, la fase siguiente de la humanidad, o están los que creen que pueden hacer a un lado lo “feo” de la realidad y tienen fe en que todo se arreglará con solo “decretarlo”. Y por otro lado, el miedo, la depresión, la economía y la estupidez humana cobrarán más víctimas que el propio virus, así... como en las películas.
Siempre dudaré de seguir el camino hacía donde la mayoría se dirige sin cuestionar nada. Las transformaciones sociales tiene su propio tiempo y dinámica, una cuarentena es insuficiente para generar un cambio. Ojalá sea el principio de un cuestionamiento amplio de lo que hemos hecho y de lo que más nos convendría hacer como humanidad. El problema es que en estos tiempos ya nadie se pregunta nada, todo lo asumimos con una ingenuidad lamentable o tal vez debería decir: con una ignorancia ofensiva. Por lo pronto, ya no veo la hora de poder abrazar a mis amigos y seres queridos. El contacto humano tiene que prevalecer. Tenemos que regresar sin mascarillas y sin miedos, unidos codo a codo para enfrentar la nueva normalidad que nosotros decidamos, la que nosotros queremos, no la que nos impongan... pero, bueno, ya estoy pecando de ingenuidad yo también... ojalá... así... algún día.
Excelente tu texto. Relatas una realidad que estamos viviendo. Esta nueva distancia es una necesidad que lastima, sobre todo, cuando no puedes abrazar a los seres que amas.
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