Crisis, así se cayó nuestra exposición



Cuando doy clases o platico con quienes están por empezar su proyecto una de las preguntas más recurrentes es ¿qué hacer si algo sale mal o si hay un imprevisto?, las crisis son un temor común, diría que en todas las profesiones. Mi experiencia es que en la vida siempre ocurren imprevistos y como es natural, durante esta gira nos han ocurrido, aquí les tengo uno: esta semana iba a escribirles sobre cómo formulamos este proyecto pero recién nos ocurrió algo que prefiero contar ahora que está fresco.

Llegamos a Beaugency como sorpresa, la persona con quien habíamos contactado para montar la exposición dejó de trabajar en la Mairie (gobierno local) sin dejar registro de nuestra visita, pero estuvieron muy contentos de recibirnos cuando conocieron más sobre el proyecto. Nos ubicaron en la Plage (la playa), un área a la orilla del río que acondicionan para el verano con juegos inflables, un carrusel inmenso, un bar y conciertos al aire libre algunas noches. Francamente nos pareció un lugar raro para estar porque la mayor parte del día el lugar está pensado para niños pequeños con sus papás, pero vaya, la exposición está hecha para exteriores así que aceptamos el lugar.

Por cierto, acá en Francia estamos experimentando los “beneficios” del cambio climático, en un mes hemos sufrido dos olas de calor, les llaman canicule, la primera estuvimos en Decize hasta 40° grados y ahora justo a nuestra llegada, Beaugency nos recibió el martes con 38°, y después, el jueves llegamos a 42°. Exponer en la playa con ese clima fue... complejo, para nosotros, por el montaje y desmontaje y después, por la gente, detenerse a ver las fotos con el sol brillando sobre la cabeza no era la mejor experiencia. El segundo día en la playa, nos cambiamos de lugar, nos sugirieron estar justo en medio, entre los acceso principales y la orilla del río, fue el jueves, el peor día de calor, nos tardamos dos horas en montar todo (las dos exposiciones y la tienda), y en todo ese tiempo vimos en la playa a 40 personas como mucho, no todas pasaron a ver, pero hubo 4 niñas muy interesadas en ver todo el trabajo.

A las 7.30 el lugar estaba casi vacío de visitantes, todavía por ahí algunas personas el staff de la “playa”, aunque oficialmente estaban cerradas las atracciones y había otras personas que preparaban un concierto para las nueve de la noche, también un foodtruck que ya empezaba a cocinar. El aroma nos recordó que no habíamos comido (acá es la comida más importante del día, alrededor de las seis) así que Adrien fue a la camioneta por nuestra cena. Disfruté de estar sentada un momento por fin cuando noté que el aire empezó a soplar un poco más fuerte, varios portarretratos de la tienda comenzaron a caerse y mientras los recogía pensé en cerrar la tienda cuando Adrien regresara, de todos modos no había nadie. Todavía no terminaba de pensarlo cuando pasó volando junto a mí una de las hojas con la descripción de las fotografías, me acerqué a recogerla y volvió a volar, fuí tras ella y escuché al viento silbar entre las hojas de los árboles con un chiflido largo que las hacía bailar y golpearse entre ellas al mismo tiempo, me imaginé la escena vista desde atrás, los árboles, yo persiguiendo un papel y miré hacía atrás, Adrien a los lejos y sobre mí un mini torbellino de arena a toda velocidad, corrí hacia el núcleo de sanitarios que estaban cerca y vi pasar volando carteles, empaques de dulces y un viento gris. Cuando dejó de soplar con tanta fuerza salí de mi breve refugio y ya no había exposición, todos los páneles estaban el suelo y todas las fotos con ellos, Adrien ya estaba intentando recoger alguna y cuando me acerqué a hacer lo mismo, llegaron otras personas a ayudarnos. Con la cara a la mitad recogimos todo para resguardarlo dentro de una de las cabañas del staff de la playa, donde rentan las bicicletas, las fotos se veían mal, pero Adrien y yo intentábamos mantenernos ecuánimes y especialmente rápidos porque ese viento podría volver.

Es curioso, una vez la exposición a salvo y nosotros también, rumbo a nuestra casa provisional en el sitio de acampar justo al otro lado del río, el primer pensamiento que nos invadió fue el de abandonarlo todo; no se lo dije porque él lo hizo primero y entonces yo no quise decirlo porque sentí que nos hundiría más. De pronto como breve película de terror, el recordatorio de lo difícil que ha sido llegar hasta acá, todo lo que hemos hecho y que nos ha costado para encontrarnos ahora con esto. Después un sentimiento de enojo, un incendio personal para explotar en odio hacia todo y todos, luego, por fortuna, la inutilidad del mismo odio termina por extinguirlo y dejar un corazón lleno de tristeza.

En ese momento de desolación, sentados frente a una cena previamente preparada, sobre sillas de plástico plegable, buscaba en mi cabeza algo que pudiera mejorar nuestro estado de ánimo, en el fondo siempre he sabido de todos los hoyos se puede salir, el problema mayor a veces es pensarlo mientras se está dentro. Por suerte, mi hermana que es una maravillosa artista y conocedora de cine, ama la serie de Rocky y eso hace que en parte yo también la ame porque cuando la veo me recuerda a ella, y ¿quién mejor que Rocky para animarnos cuando estamos tirados en la lona? Adrien soltó una carcajada.

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La verdad es que esa noche no terminamos por resolver al cien por ciento lo que haríamos, aunque en mi cabeza ya tenía un plan, pero soltar tensiones nos hizo cenar mejor y tener energía para prepararnos para la tormenta que estaba pronosticada al día siguiente.

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