El Diario del Silencio



Por Ana Castañer
Pamplona, España.

Los días amanecen nublados y la luz mortecina se filtra por las ventanas, dejando un halo tristón en todas las estancias.

Me levanto a las siete, como siempre, porque intento hacer la rutina de cada día, para minimizar el encierro forzoso. A pesar de todo esto, he introducido algunos códigos de observación estilo “La ventana indiscreta” recordando aquella película memorable de Grace Kelly y James Steward, con el suspense incluido. Aquí no llega a tanto, y así, cuando me levanto, y mientras me preparo el café con leche (que es lo mejor del día), observo las múltiples ventanas que alcanzo a ver desde mi casa y saber quien se ha despertado o quien siguen durmiendo, quien lo hace con la persiana bajada y quien con media persiana subida, si han hecho la colada el lunes u otro día… Son simples curiosidades que hacen que mi mente siga en actividad.

Hoy es el décimo día de reclusión, y hasta hoy no he sido capaz de escribir ni una letra, pese a que es uno de mis hábitos, no era capaz de racionalizar lo que está sucediendo, y las noticias del número de afectados, de los muertos, de las desesperadas demandas de los sanitarios del material necesario, para poner fin y hacer frente al maldito virus, las noticias políticas… todo ello me hace una realidad fantasmagórica de la que no era capaz de salir.

Escuchar música clásica unas veces, moderna otras, ver la tele o desconectar viendo las novelas turcas de divinity, no eran suficientes para que mi cabeza funcionase con normalidad.

Hoy es 6 de abril, y voy escribiendo, sin continuidad, dependiendo de las circunstancias… Ya han llegado las golondrinas a los cuatro nidos que tengo en mi ventana, y escuchar sus trinos y observar sus entradas y salidas son una de mis distracciones, que dan un poco de vida a estos días amorfos y llenos de silencio. El silencio es abrumador, sólo en algunas ocasiones, se escucha un rumor lejano de alguna casa. No se oye el ascensor en su continuo subir y bajar, o el cerrar alguna puerta de golpe. El silencio es como una falta de vida. Sin acontecimientos directos, hay que esperar a las 8 de la tarde para aplaudir a todos los sanitarios que son los verdaderos héroes, que están salvando vidas.

Pasa la policía en sus coches con las sirenas, y saludan, mientras continúan los aplausos. ¡Todo es un acontecimiento! Las terrazas se llenan de gente para mostrar el agradecimiento a los que velan por nosotros y por nuestras vidas. A todos ellos nuestra admiración y respeto.

Con mención especial a los hombres del campo y los vendedores que nos dan a todos el pan nuestro de cada día…

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Este texto es parte del proyecto: Colecta de Textos sobre la Distancia.

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